jueves, 26 de abril de 2007

Justificación


No tenés que pensar mi amor que yo fui a comer a esa casa de mi madre, lo que me pasó fue bien distinto y te lo puedo contar.

Mientras ella hablaba interminablemente por teléfono, llevando a buen puerto (aunque muy lentamente) una discusión que empezó hace veintitrés años y aún no termina, yo, de aburrimiento nomás me acerqué para el lado de la cocina en buscar de ver si había moscas chocándose contra el vidrio de la ventana.

Me encontraba absorto en tan peculiar empresa cuando casi imperceptibles oí “toc toc toc” un ruidito. No le dí mucha atención en un primer momento, pues casi toda la atención que tenía estaba ocupada en la tarea de papar moscas, pero el ruidito se repitió. Intrigado, mire a mi alrededor tratando de identificar de dónde provenía y sorprendido note que el mismo parecía salir de adentro de la lata de galletitas que se encuentra arriba de la heladera.

Sin perder más de unos cinco o siete segundos procedí a bajar la lata y ponerla sobre la mesa mientras el ruidito “toc toc toc” se hacía mas frenético e insistente, como alegrado de que yo lo hubiera notado. Como era grande mi curiosidad, sin tomar precauciones abrí la lata y cual sería mi sorpresa al ver saltar de adentro una galletita, que cae sobre la mesa y con un gran esfuerzo, debido a que se dobló el pie al caer, salio corriendo hacia el borde. Yo quedé mirando atontado, hasta que pude reaccionar al entender las súplicas y llantos de otras galletitas del tarro, presumiblemente hijo, nieta y esposa galletitas de la que corría, que me gritaban que la agarre a “abuelo galletita” antes que caiga al suelo y se rompa toda. Fue rápido mi accionar y ágil mi mano izquierda que de un manotazo agarró a “abuelo galletita” en el aire salvándolo de una quebradura inevitable antes que llegue al suelo.

No terminaba yo de hacer esto, cuando la heladera, cansada ya de tanto estar parada en el rincón sin hacer nada, pegó un bostezo grande como una heladera, sin la menor delicadeza y abriendo tooooda su puertota-bocotota y hasta prendiendo la luz de adentro y permitiendo así que se le vean las tripas que tiene en su interior, o sea los chinchulines para el asado del domingo. Bostezo que fue aprovechado por un pedazo de carne con salsa, que estaba ahí agazapado esperando una oportunidad como esa, antes de enfriarse del todo, para huir del clima glaciar a zonas mas tropicales como ser un horno, o aunque mas no sea un microondas. Pero tanta mala suerte tuvo el pobre cacho de carne que su vuelo por el aire fue interceptado por la presencia de “abuelo galletita” que estaba en mi mano. Y al chocar, el choque fue tan fuerte que quedaron pegados ya no pudiéndose separar hasta que los dientes los separen.

Y así fue, que tan grande choque produjo una gran turbación en mi mano izquierda, haciendo que ésta se subleve y trate de ir a la boca. Por suerte mi mano derecha se mantuvo leal al cerebro y acudió a su pedido de auxilio, empuñando valiente un sache de mayonesa y reprimiendo con el mismo a la mano sublevada y la carne con galletita. Pero a pesar del heroico esfuerzo, todo fue en vano, los subversivos llegaron a la boca, y aunque con una gran cantidad de mayonesa encima, la galletita con carne fue ingerida. Luego, la mano izquierda sintiéndose sola se rindió al fin, y juró fidelidad nuevamente, esta vez para siempre.

FIN


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