martes, 30 de enero de 2007

Restos de conversación

    Comí asado con mis viejos hoy, tome cerveza con un amigo, charlé con una chica, agradablemente; vi las luciérnagas en los campos a la noche al costado de la ruta mientras corría. Que noche especial, el clima, el aire... todo.
    Mientras corría oí los ecos del festín de vida que se daban las ranas en el zanjón, cantando y cantando, armando (supongo) sus raniles orgías que suenan en cada rincón de la luna, como un canto mágico, ancestral, animal, vorágine de sensaciones, de recuerdos implantados por miles de años en nuestros ancestros que reviven en nosotros si oímos con atención.
    Nosotros casi no, tal vez nuestros padres y hasta abuelos tampoco, pero remontate a tres o cuatro generaciones más atrás; y ya luego ellos habrán oído ese canto cada noche de sus noches. Al dormir, nos han acunado las ranas, durante miles de años, de generaciones, oyendo lo mismo siempre, el mismo canto. No es imposible que algo de ese recuerdo tan grabado haya llegado a nosotros todavía.
    Imagínate a nuestros tatara tatara tatarabuelos durmiendo en chozas, o antes, en taperas, o tolderías indias, madrigueras, noche tras noche oyendo el canto de las ranas.

    ¿Tal vez quieran decirnos algo? ¿Qué es tan importante como para repetirlo tanto? ¿Qué? Y nosotros que no oímos, que no podemos entender... ¡Es desesperante!!!

No hay comentarios.: